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Cuando se leen sus libros y escritos (por ejemplo Las aventuras de Tom Sawyer, Las aventuras de Huckelberry Finn, El forastero misterioso, Los escritos irreverentes, El diario de Adán y Eva, El hombre que corrompió a Hadleyburg, etc) uno no puede estar de acuerdo con lo de su preparación y dar constancia de que además de entretener y divertir a las masas, consigue que una parte de la misma pueda reflexionar, si le quedan neuronas libres que no estén ocupadas en chorradas, en el dinero como único fin que mueve a los humanos, en el dinero como ente abstracto que no se ve pero que se nota su presencia (lo que ahora se entiende por ingeniería financiera: cifra de un cálculo que solo existe en el papel, convención lingüística que no remite a ninguna realidad sensible), en el poder y en la corrupción.